viernes, 11 de febrero de 2011

Los ojos de una guerra – Agustí Centelles


Leido en la red: Los ojos de una guerra – Agustí Centelles

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Ayer  los periódicos recogían la noticia de la venta o la compra, eso siempre según se mire, del archivo fotográfico Centelles por parte del Ministerio de Cultura.
Agustí Centelles nació en Valencia en el año 1909. Mucho antes de que tuviera uso de razón su familia se trasladó a Barcelona donde aprendió los secretos de la fotografía.

No, no fue a ninguna escuela. Lo aprendió cómo se hacía en aquella época trabajando, primero junto al fotógrafo Ramon Baños y después con Josep Badosa. Puede que cuando compró su primera cámara los sueños del joven Agustí fueran algo tan simple como querer ganarse la vida retratando novios y notarios, pero le tocó vivir una época convulsa  y en 1934, como freelance, trabajó para publicaciones como La Publicitat, Diari de Barcelona, Última hora o La Vanguardia.
Agustí Centelles y su cámara fueron testigos del dolor y la alegría; del amor y la ira. Él vio niños jugando a la guerra y niños muriendo a causa ella. La película de sus fotografías está llena de lágrimas y  vana  esperanza de un futuro mejor mientras Agustí y su cámara vivían en el olvido de los perdedores en un campo de concentración en el sur de Francia.
Agustí Centelles fue un fotoperiodista que después del exilio nunca más pudo volver a ejercer su profesión y que hubo de conformarse con, entonces sí,  ganarse la vida haciendo fotografías publicitarias.

Centelles siempre fue plenamente consciente del valor histórico que sus imágenes tenían independientemente de en qué lado de la trinchera hubieran sido  tomadas. Por eso, durante muchos años, dejó sus negativos al cuidado de una familia de Carcasona hasta que por fin, a la muerte de Franco, pudo recuperarlos. Desde entonces se entregó a la nada fácil tarea de clasificarlos, con la esperanza de que  algún día aquel fondo de valor artístico, pero sobretodo histórico recibiera el reconocimiento que merecía que no es otro que su conservación y difusión para las generaciones futuras.
Hoy algunos solo hablan de cifras, de esos famosos 200.000 euros que al parecer separan la oferta de la Generalitat de Catalunya y la del Ministerio. No conozco ni conoceré nunca los entresijos de la negociación pero una cosa es segura. Los herederos de Centelles habrían obtenido  mucho más dinero si hubieran sacado los negativos a subasta.
La obra de Agustí Centelles ha sido víctima de la política primero en forma de dictadura después porque, en palabras de sus herederos, alguien dijo “ahora no es el momento”. Pero sobretodo ha sido víctima de la desidia. De la desidia de todos. De los que mandan ahora que hoy se afanan en puntualizar, como solo saben puntualizar los políticos, que los que mandaron antes que llos no hicieron nada aunque quizá lo que debieran decir es que “los de antes tampoco hicieron nada”.
Agustí Centelles fue un hombre falto de reconocimiento al que ni tan siquiera le tocó “la tómbola de la Creu de Sant Jordi”, Como  se lamentaba su hijo   Sergi  en julio de 2008.
Como declarada amante de la fotografía que soy me hubiera gustado que esos negativos estuvieran no en museo, no en Barcelona, no que va; yo hubiera querido que estuvieran en mi propia casa.  De haber salido a subasta y dispuesto del dinero suficiente habría pujado por ellos y seguro que después hubiera editado libros y buscado apoyos para organizar exposiciones, no en Barcelona, no en Catalunya, en todo el mundo. Porque la fotografía a diferencia de la pintura es un arte global. Y estén donde estén esos negativos las fotografías serán, al menos en eso confío, reproducidas, expuestas en museos, editadas en libros.
Pero sí, es verdad, yo hubiera preferido que estuvieran aquí, cerca de esos mismos escenarios por los que anduvieron Agustí Centelles y su cámara, las calles de mi ciudad aunque solo fuera para recordar al mundo que nunca más ningún fotógrafo debiera tener la oportunidad de recoger imágenes cómo estas. Pero nada de esto depende de mi.
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