Periodista
22/07/2009 - 11:46 horas
Agustí Centelles (Grao de Valencia 1909 – Barcelona 1985) es una figura aún poco reconocida en Cataluña y en España. Hay pocas obras que hablen de él y menos que reproduzcan sus instantáneas. Teresa Ferré es una de las investigadoras que más sabe del fotógrafo y de su producción: lleva un montón de años estudiándolos. Explica que mientras cursaba sus estudios de doctorado conoció al hijo de Centelles, quien le dejó un dietario inédito del padre para que lo analizara. Ferré terminó la tesis doctoral, ayudó a montar una exposición titulada Les vides del fotògraf (2006) y ahora prologa y anota el dietario recientemente publicado.
A mi me fascinó este caso. Suelo comentar con algunos compañeros que este es un ejemplo típico de aquí. En un país más preocupado por su historia cultural –pongamos Inglaterra, Francia o Alemania–, pienso que este dietario hace tiempo que habría estado recuperado, la figura de Centelles trabajadísima, habría una veintena de libros divulgativos y académicos, seguramente algún curso monográfico estable, sin duda habría habido alguna producción de calidad para la televisión, un reportaje o documental, no una sino diversas exposiciones y muchos más reconocimientos –Centelles es Premio Nacional de Artes Plásticas 1984. El dietario del fotógrafo tiene un valor indiscutible. Está dedicado a su hijo y se relatan las vivencias de su exilio y reclusión en los campos de concentración de Argelers y sobretodo de Bram.. El valor es más periodístico que puramente literario; el hecho de dejar constancia de la huída, del trato recibido por las autoridades francesas –a menudo vejatorio-, del dramatismo de las precarias condiciones de vida, de los sentimientos de los derrotados. La redacción tiene un tono de crónica, a veces telegráfica, mezclada con la narración del sufrimiento producido por la separación de la mujer y el hijo (traducciones nuestras a partir del original en catalán): "Hoy a las diez y media de la mañana, mi hijito ha cumplido dos años. Tengo el corazón dolido por no poder estar a su lado, abrazarle y besarle y desearle muchos años de vida y más suerte de la que yo he tenido (31 de julio 1939).
Huir del gregarismo
Es de gran interés el resumen biográfico que Centelles decide escribir una vez en Bram (20 de abril de 1939). Explica en él su procedencia (padre de Llíria, Valencia, y madre de La Morera –entendemos de Montsant, en Tarragona), y como despunta en el mundo del fotoperiodismo. Relata su actitud de desmarcarse de lo que hacían los otros profesionales: "Allí donde sabia que los otros irían yo no iba, en cambio llevaba al periódico fotos de las cosas que para un periódico representaban el complemento de la página gráfica, que daban vida y se apartaban de la corriente, de la monotonía". Gran lección que los periodistas noveles deberían tener en cuenta. La gracia de Centelles estuvo en dejar testimonio gráfico de todo aquello que los periódicos dejaban de lado pero era de gran interés.
La forma cómo se trabajaba el reportaje gráfico en los años treinta es toda una curiosidad hoy en día. El reportero no sólo tenía que cargar con una pila de material, se tenia que informar de los lugares donde habrían actos, tenía que moverse por sus propios medios –a menudo a pie o en trasporte público si no disponía de coche o moto. Y Centelles tenia dos virtudes muy valiosas; en los actos protocolarios siempre intentaba como él dice "cazar la nota viva", es decir, evitar la foto protocolaria y fijarse en aquello desapercibido pero altamente significativo; y por otra parte hacer fotografía política y estar en todos las reyertas y actos políticos posibles. "Me he valido de trucos para entrar donde estaba vedado a los chicos de la prensa", comenta.
Un legado excepcional
Exiliado y recluido en Bram, Centelles instala un pequeño estudio improvisado en la barraca 62 del campo de concentración, donde malvive con un grupo de compañeros. Durante seis meses capta imágenes sobre la vida cotidiana de los presos; escenas de higiene personal, de tareas como la preparación de la comida o la reparación y limpieza de instalaciones, tiempo de ocio y descanso, retratos… Son instantes descriptivos y a la vez preñados de denuncia de la situación en que viven.
Por suerte, paralelamente al dietario pero inexplicablemente en otro volumen, se ha publicado una selección de estas fotos en La maleta del fotògraf. Centelles explicita en los escritos que hace fotoreportaje "para acompañar " el diario –o que aún justifica más que las imágenes y el diario se tengan que leer como un solo texto, forman parte de una unidad. Teresa Ferré indica que "el aspecto que hace extraordinario y único el legado de Agustí Centelles es el hecho que él mismo era uno de los miles de detenidos en aquellas instalaciones". Creo que está en lo cierto y esta condición del fotógrafo, al mismo tiempo preso, traspasa en cada imagen. La distancia entre el fotógrafo y lo que retrata se ha esfumado. Si bien podemos encontrar material gráfico sobre los campos de concentración en Francia, estas fotos de Centelles son excepcionales por haber estado tomadas y reveladas en el campo y por uno de los presos. Una mirada desde dentro.
Más ensayo, deseable
Si he de decir alguna cosa que encuentro a faltar tanto en el diario como en el volumen de fotografías seria un poco más de ensayo interpretativo: más datos sobre Centelles, más contexto sobre su obra, su significación y valor. El volumen con las imágenes lleva dos ensayos introductorios breves –uno de Francesc Espinet y Joan Manuel Tresserras, y otro de Teresa Ferré– que he encontrado acertados pero que no tienen el objetivo de ofrecer un estudio consistente sobre el autor y, en consecuencia, te dejan con ganas de más. El escrito introductorio del dietario es un simple relato de Ferré, mezclado con los agradecimientos oportunos, sobre cómo topó con el escrito. El material del dietario es todo un hallazgo que cabe celebrar, pero entiendo que queda pendiente una obra definitiva de Centelles para un público amplio. La condición de fotógrafo ayudó a Centelles a salir del campo y a poder seguir ganándose la vida primero en Francia, más tarde en Barcelona. Según relata Ferré en una nota final al dietario, en Carcasona Centelles formó parte de la Resistencia contra los nazis. Pero en el año 1944 tuvieron lugar detenciones por parte de la Gestapo y huyó a Cataluña. Se instaló en Reus donde trabajó en un horno de pan hasta que a finales de los cuarenta reinició su tarea como fotógrafo, ahora industrial y publicitario. Centelles fue por suerte celoso de su archivo, que restó guardado en Carcasona. Tras la muerte de Franco, volvió a por él y fue expuesto.
La aparición de estas dos novedades editoriales este año, setenta aniversario del fin de la Guerra Civil y centenario del nacimiento de Agustí Centelles, es un gran acierto.
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A mi me fascinó este caso. Suelo comentar con algunos compañeros que este es un ejemplo típico de aquí. En un país más preocupado por su historia cultural –pongamos Inglaterra, Francia o Alemania–, pienso que este dietario hace tiempo que habría estado recuperado, la figura de Centelles trabajadísima, habría una veintena de libros divulgativos y académicos, seguramente algún curso monográfico estable, sin duda habría habido alguna producción de calidad para la televisión, un reportaje o documental, no una sino diversas exposiciones y muchos más reconocimientos –Centelles es Premio Nacional de Artes Plásticas 1984. El dietario del fotógrafo tiene un valor indiscutible. Está dedicado a su hijo y se relatan las vivencias de su exilio y reclusión en los campos de concentración de Argelers y sobretodo de Bram.. El valor es más periodístico que puramente literario; el hecho de dejar constancia de la huída, del trato recibido por las autoridades francesas –a menudo vejatorio-, del dramatismo de las precarias condiciones de vida, de los sentimientos de los derrotados. La redacción tiene un tono de crónica, a veces telegráfica, mezclada con la narración del sufrimiento producido por la separación de la mujer y el hijo (traducciones nuestras a partir del original en catalán): "Hoy a las diez y media de la mañana, mi hijito ha cumplido dos años. Tengo el corazón dolido por no poder estar a su lado, abrazarle y besarle y desearle muchos años de vida y más suerte de la que yo he tenido (31 de julio 1939).
Huir del gregarismo
Es de gran interés el resumen biográfico que Centelles decide escribir una vez en Bram (20 de abril de 1939). Explica en él su procedencia (padre de Llíria, Valencia, y madre de La Morera –entendemos de Montsant, en Tarragona), y como despunta en el mundo del fotoperiodismo. Relata su actitud de desmarcarse de lo que hacían los otros profesionales: "Allí donde sabia que los otros irían yo no iba, en cambio llevaba al periódico fotos de las cosas que para un periódico representaban el complemento de la página gráfica, que daban vida y se apartaban de la corriente, de la monotonía". Gran lección que los periodistas noveles deberían tener en cuenta. La gracia de Centelles estuvo en dejar testimonio gráfico de todo aquello que los periódicos dejaban de lado pero era de gran interés.
La forma cómo se trabajaba el reportaje gráfico en los años treinta es toda una curiosidad hoy en día. El reportero no sólo tenía que cargar con una pila de material, se tenia que informar de los lugares donde habrían actos, tenía que moverse por sus propios medios –a menudo a pie o en trasporte público si no disponía de coche o moto. Y Centelles tenia dos virtudes muy valiosas; en los actos protocolarios siempre intentaba como él dice "cazar la nota viva", es decir, evitar la foto protocolaria y fijarse en aquello desapercibido pero altamente significativo; y por otra parte hacer fotografía política y estar en todos las reyertas y actos políticos posibles. "Me he valido de trucos para entrar donde estaba vedado a los chicos de la prensa", comenta.
Un legado excepcional
Exiliado y recluido en Bram, Centelles instala un pequeño estudio improvisado en la barraca 62 del campo de concentración, donde malvive con un grupo de compañeros. Durante seis meses capta imágenes sobre la vida cotidiana de los presos; escenas de higiene personal, de tareas como la preparación de la comida o la reparación y limpieza de instalaciones, tiempo de ocio y descanso, retratos… Son instantes descriptivos y a la vez preñados de denuncia de la situación en que viven.
Por suerte, paralelamente al dietario pero inexplicablemente en otro volumen, se ha publicado una selección de estas fotos en La maleta del fotògraf. Centelles explicita en los escritos que hace fotoreportaje "para acompañar " el diario –o que aún justifica más que las imágenes y el diario se tengan que leer como un solo texto, forman parte de una unidad. Teresa Ferré indica que "el aspecto que hace extraordinario y único el legado de Agustí Centelles es el hecho que él mismo era uno de los miles de detenidos en aquellas instalaciones". Creo que está en lo cierto y esta condición del fotógrafo, al mismo tiempo preso, traspasa en cada imagen. La distancia entre el fotógrafo y lo que retrata se ha esfumado. Si bien podemos encontrar material gráfico sobre los campos de concentración en Francia, estas fotos de Centelles son excepcionales por haber estado tomadas y reveladas en el campo y por uno de los presos. Una mirada desde dentro.
Más ensayo, deseable
Si he de decir alguna cosa que encuentro a faltar tanto en el diario como en el volumen de fotografías seria un poco más de ensayo interpretativo: más datos sobre Centelles, más contexto sobre su obra, su significación y valor. El volumen con las imágenes lleva dos ensayos introductorios breves –uno de Francesc Espinet y Joan Manuel Tresserras, y otro de Teresa Ferré– que he encontrado acertados pero que no tienen el objetivo de ofrecer un estudio consistente sobre el autor y, en consecuencia, te dejan con ganas de más. El escrito introductorio del dietario es un simple relato de Ferré, mezclado con los agradecimientos oportunos, sobre cómo topó con el escrito. El material del dietario es todo un hallazgo que cabe celebrar, pero entiendo que queda pendiente una obra definitiva de Centelles para un público amplio. La condición de fotógrafo ayudó a Centelles a salir del campo y a poder seguir ganándose la vida primero en Francia, más tarde en Barcelona. Según relata Ferré en una nota final al dietario, en Carcasona Centelles formó parte de la Resistencia contra los nazis. Pero en el año 1944 tuvieron lugar detenciones por parte de la Gestapo y huyó a Cataluña. Se instaló en Reus donde trabajó en un horno de pan hasta que a finales de los cuarenta reinició su tarea como fotógrafo, ahora industrial y publicitario. Centelles fue por suerte celoso de su archivo, que restó guardado en Carcasona. Tras la muerte de Franco, volvió a por él y fue expuesto.
La aparición de estas dos novedades editoriales este año, setenta aniversario del fin de la Guerra Civil y centenario del nacimiento de Agustí Centelles, es un gran acierto.
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